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Estoy convencido de que gran parte de nuestra actividad como anestesistas en neurocirugía no resulta especialmente difícil. La introducción de nuevos fármacos y sistemas de monitorización, así como el mayor conocimiento de la fisiología del paciente, nos han permitido superar muchos de los retos a los que se enfrentaban nuestros predecesores, que trabajaban con éter, halotano, curare y urea, y que nunca llegaron a comprender del todo la función del CO2, la presión arterial, la osmolaridad, las intoxicaciones y demás. El residente joven que tiene a su disposición el fentanilo (o remifentanilo), el isofluorano (o desfluorano), el óxido nitroso, el vecuronio (o rocuronio) y que cuenta con un buen aparato de anestesia y con un fibrobroncoscopio, puede aprender con rapidez algunas normas básicas sobre cómo anestesiar a un paciente con un tumor cerebral, un aneurisma intracraneal o una lesión de Ia columna cervical. Por desgracia, aunque estos avances permiten una atención más segura de los pacientes, convierten al médico en un técnico con una cualificación mínima. El resto de Ia neuroanestesia es la parte dura" y la que pemite diferenciar al técnico del médico. Si el anestesista desea ser considerado como un médico, tanto en un quirófano, o en la UCI, deberá saber mucho más que el simple uso de determinados fármacos y aparatos. EI anestesiólogo no sólo debe aprender a pensar como tal, sino también como neurólogo y neurocirujano. Debe poseer un sólido conocimiento de la anatomía, la enfermedad del paciente, Ios síntomas que presenta, los resultados obtenidos en los métodos diagnósticos, los problemas a los que se enfrenta el cirujano, los aspectos técnicos del procedimiento y las posibles complicaciones potenciales de la cirugía en un caso concreto.
"El objetivo de un neuroanestesiólogo avezado consiste en saber casi tanto como el neurocirujano sobre el tratamiento perioperatorio del paciente"
Michael M. Todd, MD Prof. Dpto. Anestesia Universidad de Iowa